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¿ES POSIBLE GESTIONAR MEJOR LAS SITUACIONES DE ESTRÉS?

En numerosas ocasiones hablamos de estrés laboral, pero nos nos paramos a reflexionar sobre sus causas y sobre cómo ser capaces de gestionarlo.  Definimos el estrés como  es el resultado de un desequilibrio entre las demandas que proceden del trabajo y nuestras capacidades y  recursos para afrontarlos.

El estrés depende básicamente de la combinación de dos factores,  las características del trabajo y los rasgos de personalidad. Esta debería ser la primera cuestión sobre la que deberíamos reflexionar, ¿cual es nuestro modelo de estrés? ¿que parte es debido a una fuente externa y que parte es responsabilidad mía, de mi forma de ser?

El estrés externo viene determinado por aspectos tales como  la carga de trabajo, las exigencias de los superiores, la falta de autonomía, la ausencia de perspectivas y de desarrollo profesional. Su percepción suele ser  objetivo, resultando más  difícil de solucionar porque en gran medida no depende de nosotros, aun así también podremos  intervenir.

            Sin embargo más atención debemos prestar al  estrés interno, el cual viene definido por la percepción subjetiva que cada individuo tiene del trabajo, de sus responsables y de sí mismo. Este tipo de estrés en un principio resulta más fácil de modular, puesto que son aspectos que dependen de nuestra personalidad. Sin embargo, en la práctica también resultan de enorme dificultad, puesto que la mayoría de las personas no son capaces de hacer un análisis concienzudo de sus rasgos, de cómo hemos ido desarrollando nuestra personalidad a través  del tiempo y de cómo estos influyen en su estabilidad física y emocional.

            Los principales rasgos de personalidad que favorecen o desencadenan el estrés de carácter interno son la autoestima, nuestros niveles de exigencia, la excesiva  responsabilidad, la búsqueda del perfeccionismo extremo y la necesidad de control sobre todo lo que nos rodea.

Este primer análisis y diferenciación sobre nuestro modelo de estrés  resulta fundamental porque de él depende que nos planteemos unas expectativas realistas a la hora de abordar nuestro problema de estrés.

Una vez definido nuestro  modelo particular, existen conceptos y técnicas que debemos conocer y utilizar si queremos controlar y disminuir nuestro estrés.

 Como hemos mencionado anteriormente vamos a centrarnos en primer lugar  en lo que depende de nosotros mismos.  Podemos comenzar por definir y delimitar nuestras responsabilidades: ¿Tengo bien definido mi puesto de trabajo?, ¿Sé hasta dónde llegan mis responsabilidades respecto a las de mis jefes y subordinados?

A la hora de disminuir nuestro estrés es fundamental delimitar nuestras responsabilidades, no solo para uno mismo sino para que los demás también sean conscientes. Tener una buena descripción del puesto de trabajo ayuda.

Debemos ser conscientes de que la tendencia de nuestra personalidad es asumir responsabilidades excesivas. Asumimos la responsabilidad que nos traslada nuestro jefe sin problemas, pero no somos capaces de delegar y que nuestros subordinados tengan que asumir su responsabilidad.

En ocasiones las personas excesivamente responsables son capaces de  delegar pero con una supervisión excesiva por el miedo a que los demás cometan errores y sentirse culpables o responsables de sus consecuencias. Este modelo de trabajo hace que dupliquemos las horas de trabajo y hagamos menos productivos a nuestros subordinados a los cuales estamos por un lado relajando excesivamente y por otro lado frenando en su crecimiento personal. Todo ello viene condicionado por una personalidad exigente, responsable, con excesiva necesidad de control y  con búsqueda  de la aprobación.

Por supuesto que no todas las personas estresadas son responsables y autoexigentes pero si es cierto que las personas cuyo estrés es claramente interno presentan este perfil de personalidad. El estrés externo está asociado a diferentes personalidades las cuales viven y afrontan el estrés de diferente manera.

Otro concepto básico es la gestión del tiempo. En este  apartado priorizar y delegar es fundamental para disminuir nuestro estrés. Como ya sabemos nuestra personalidad nos hace pensar que todo es importante y que nadie lo va hacer mejor que nosotros o que no nos fiamos de la capacidad o interés de los demás que nunca van a ser como el nuestro.

 Para una correcta gestión del tiempo independientemente de nuestra personalidad, resulta  necesario elaborar una lista de tareas pendientes para poder valorar su importancia y urgencia. Una vez clasificadas debemos priorizar, aplazar y delegar  según convenga. Una vez planificado nuestro trabajo, debemos ser conscientes de nuestras limitaciones a la hora de rendir adecuadamente. Para ello debemos ser objetivos en los tiempos asignados a cada tarea siempre respetando unos  horarios y descansos adecuados que favorezcan nuestra productividad. Cuando estamos trabajando es fundamental actuar de una forma secuencial, centrándonos en una sola tarea y evitando conductas distractoras.

Una vez que tenemos definido el puesto y sus responsabilidades, somos consciente de nuestra capacidad, planificamos y gestionamos adecuadamente nuestro tiempo.

Si el estrés persiste, es que el porcentaje de estrés exterior es más elevado que el correspondiente al estrés interior. En primer lugar manifiestariamos la sobrecarga a los responsables, haciéndoles ver que se trata de un análisis realista cuyo objetivo es conseguir que el jefe nos libere de alguna tarea o responsabilidad. En el caso de que el jefe no sea consciente o no acepte la reorganización del trabajo deberíamos ser capaces de decir que ‘no’ u obligarle a priorizar sobre nuestras tareas.

Si todos nuestros esfuerzos sobre la gestión del estrés resultan imposibles de llevar a cabo, tendríamos que tomar una decisión sobre nuestro presente y futuro laboral.

 

Carlos R. Adeva, Responsable de Desarrollo de Negocio Lawyerpress

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